Lo lógico al hablar de pintura, sería referirme a nuestro hermano mayor, Pep, que dedicó toda su vida al arte que ya le había deslumbrado de pequeño. Y, por el contrario, deberíamos referirnos al Derecho y a la Jurisprudencia al hablar de Luis. Pero nos encontramos aquí con cuadros de Luis. Unos cuadros que nos muestran el perfil de un hombre enamorado de la tierra, de la familia, de las artes…
¿Cuándo empezó a pintar Luis? ¿Por qué era capaz de pasarse horas y horas en aquel estudio que se había montado en La Pedrera dibujando, emulando tendencias, disfrutando como el que más al evocar con carbón o pinceles la silueta de Granyena, los ojos de su hija Silvia, el rictus de una sonrisa, las nietas, Carmen, un balcón gaudiniano…?
A menudo pienso que en mi casa estábamos todos un poco “tocados” (“sonados”)… en el buen sentido de la palabra, naturalmente. Éramos los Roca-Sastre una familia un tanto peculiar, y según algunos amigos nos influía el hecho de vivir en La Pedrera. Nuestro padre alto y delgado como un “fuet”, enamorado del Derecho y un apasionado del Arte. Le gustaba tocar el piano a cuatro manos con nuestra madre, piezas románticas y poco complicadas, afición que heredaría por excelencia mi hermano Ramón, capaz de deleitarnos con la Tocata y Fuga de Bach como un rotundo e improvisado Jazz.
Los primeros ahorros como notario, mi padre los invirtió en pintura. Además de la música le gustaba también probar con los pinceles. Y en cuanto podía quedarse unos días de descanso en Granyena, le seguíamos por el camino a Gramuntell hasta que encontraba el paisaje que quería pintar.
Y esto sin olvidar la Literatura. Nuestra casa estaba repleta de todo tipo de libros y constantemente llegaban nuevos títulos. Y diarios, y revistas, y… Cabe decir que tanto Pep como Luis se estrenaron como dibujantes en algunos de estos libros, garabateando en las esquinas de las páginas, la contracubierta…mientras Ramón tocaba el piano y yo me iniciaba en la poesía.
Por lo tanto, creo que Luis siempre sintió esta afición por la pintura-que no vocación- en su interior. Afición que tardó en hacerse realidad, primero por las oposiciones a notarias, una larga, dura pero fructífera experiencia. Y también porque, como notario, tuvo que vivir en diversas poblaciones. Hasta que finalmente se instaló en La Pedrera, en el piso de encima de nuestra casa, y allí quizás el espíritu gaudiniano volvió a hacer de las suyas.
Le gustaba enseñar sus últimos cuadros a nuestro hermano Pep y preguntarle su opinión como pintor de prestigio ¿“Qué te parece este Braque, o este Kandinsky?, ¿verdad que lo parecen?”, le decía Luis riendo entusiasmado. Y ahora, repasando la gran cantidad de dibujos, gouaches, óleos… pienso, mejor dicho estoy segura de ello, que Luis era un hombre feliz pintando, dando forma a sus recuerdos, a sus temas más queridos: la familia, el campo, Granyena, naturalmente, e incluso una perdiz. “Mi perdiz” como él mismo escribió, o “Mi mesa de trabajo”, “Mi paisaje”…
Siempre dibujaba de memoria. Los buenos recuerdos eran su material de inspiración. Y les ponía toda la ternura, alguna vez con un toque de ironía, de aquel sentido del humor que tanto nos gustaba a todos. Como cuando viajaba con Pep y sus respectivas familias y llevaba una especie de diario donde, en lugar de letras, dejaba que fuesen sus dibujos los que lo explicasen. Jugando un poco con las palabras, podríamos decir que Luis fue notario incluso con el lápiz y los pinceles, dejándonos una muy peculiar “fe notarial” de su mundo, de su vida, de sus istmos…
“Alt i gegantí, llangardaix de terra endins, segur que en aquest moment seria un home feliç.”
ELVIRA ROCA-SASTRE MUNCUNILL
Palabras que pronunció su hermana Elvira en las exposiciones de pintura de Luis Roca-Sastre Muncunill.
Retrato de Ramón María Roca Sastre. Expuesto en la Sala de Cultura del Colegio de Notarios de Barcelona. Realizado por su hijo Josep Roca-Sastre.
Óleo sobre tela.
Retrato de Luis Roca-Sastre, de su hermano Josep Roca-Sastre .
Óleo sobre tela.
1973